Un profundo silencio domina el escenario que nos presenta Giorgio de Chirico.
Creemos oír los pasos leves de una muchachita que se dirige a la plaza entre las arcadas impulsando un aro.
Absorta en su juego da la impresión de no advertir el irrespirable ambiente y los signos amenazadores que la envuelven. ¿Qué significa el carromato e circo abierto como una trampa? ¿A quién pertenece la sombra que cae sobre la plaza delante de ella? ¿Quién se oculta en la oscuridad de las interminables arcadas?
(…) De Chirico pinta sentimientos, estados de ánimo profundos y dominantes, provocados, entre otras cosas, por las lecturas intensas de Nietzsche que llevó a cabo entre 1910 y 1911 (…).
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